La historia
de Smirnoff se remonta a
1886, año en que la familia del mismo
nombre se convierte en la proveedora
oficial de vodka de la Corte Imperial Rusa,
al producir esta particular bebida en
gran escala.
Corriendo el año 1917, en un viaje de
negocios, Vladimir Smirnoff se lleva a
Francia el secreto de la elaboración de
su vodka, cuyos derechos para explotar
la marca en los Estados Unidos son
vendidos a Rudolph Kunett,
quién era reciente dueño de una destilería
en Connecticut y que al ver el
prometedor negocio que Smirnoff le
ofrecía, no vaciló en adquirirlos.
Kunett,
que como dijimos, recién iniciaba su
negocio y era totalmente inexperto en el
tema, a su regreso a Norteamérica debía superar un inconveniente;
prácticamente en
ningún lugar de los Estados Unidos había demanda de vodka,
ya que era considerado un aguardiente
ordinario y procedente de un país
políticamente sospechoso.
En 1934, luego de casi 17 años de
intentos y debido al poco éxito de ventas,
Kunett decide vender a John G. Martin, propietario de la prestigiosa
marca yankee de salsa para carnes "A-1",
los derechos para comercializar en Norteamérica la marca Smirnoff.
Es aquí donde
surge el
verdadero éxito del vodka, cuando
consiguieron vencer la resistencia de
los consumidores, ya que Martin sabía
muy bien que el
vodka combinaba perfectamente con los más
variados zumos de frutas y verduras, haciendo de esta manera
que los bebedores empezaran a considerar
al vodka como una
bebida suave.
La consagración definitiva de Smirnoff
fue a mediados de los años
50, donde surgieron tragos como el
"Destornillador" (Screwdriver)
y Bloody Mary" , los
cuáles establecieron
al vodka en los
Estados Unidos y lo
convirtieron durante
algún tiempo en el
destilado más
popular del país.
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